“La batalla de Chile”: su valor político

Por Marta Harnecker*, Resumen Latinoamericano, 11 de septiembre de 2023.

Patricio Guzmán tiene el mérito, único en la historia del cine, de haber filmado paso a paso, con una extraña intuición premonitoria, la agonía de una experiencia politica revolucionaria que conmovió al mundo, al presentarse como una experiencia sui generis de tránsito al socialismo.

La cámara logra retener para la historia los momentos más significativos de la ofensiva final de la contrarrevolución en Chile, la que, viéndose obligada a renunciar a su “via pacifica” para retomar el gobierno mediante el derrocamiento constitucional del presidente Allende (no consigue en las elecciones parlamentarias de marzo de 1973 la mayoría del Congreso que esperaba), juega su última carta: el golpe de Estado.

Sigue con extraordinaria fidelidad el carácter de masa, de verdadera insurrección, que toma el movimiento contrarrevolucionario gracias a una hábil guerra sicológica cuyos hilos finales conducen a las entrañas del monstruo imperial.

No deja de ocultar, porque su intención no es hacer la propaganda de un proceso, sino procurar una secuencia de imágenes que ayuden a una mejor comprensión de él, el gran vacío de dirección que existe en la izquierda, las diversas estrategias que coexisten, las contradicciones entre un gobierno aprisionado en los marcos de la democracia burguesa y una clase obrera impaciente por sobrepasarlos.

Uno de sus méritos es, justamente, no pretender dar una explicación intelectual de los hechos ocurridos. El narrador se limita a introducir los acontecimientos para un
público que no conoce en detalle lo ocurrido en Chile. El impacto de los hechos es tan
fuerte que necesariamente conduce al espectador a buscar una explicación, a sacar sus propias conclusiones.

Las lecciones que se obtienen de ella no son las lecciones sistemáticas de un libro, sino
las lecciones de la vida resumidas en casi cuatro horas de película. Las imágenes se imponen. La interpretación tiende a ser más objetiva. Ese revivir el pasado sintéticamente, en sus momentos más significativos, es quizá lo que más ayuda a extraer las enseñanzas fundamentales del proceso chileno. Por eso la pelicula tiene un papel politico fundamental que jugar, tanto en la propaganda contra el fascismo, alertando acerca de sus gérmenes, como en la necesaria autocritica de la izquierda chilena. El filme muestra con extraordinario dramatismo la impotencia de un pueblo movilizado y consciente que ve venir el desenlace final y que se encuentra sin armas para enfrentarlo. Su titulo, La batalla de Chile: la lucha de un pueblo sin armas, resume brevemente esta, la fundamental lección del proceso chileno. No basta una correlación favorable de fuerzas sociales para que un proceso revolucionario triunfe. Si esta no va acompañada de una correlación favorable en el terreno militar, la voz de los cañones enemigos termina por imponerse.

Si las experiencias foquistas en América Latina nos enseñaron -a costa de la vida de un número muy grande de heroicos combatientes- que las armas no bastan para hacer la revolución si esta no cuenta con el apoyo del pueblo, la experiencia chilena nos ha enseñado, a costa de la vida, la prisión y la tortura de millares de sus hijos, que un
pueblo sin armas tampoco puede hacerla. La via pacifica no puede ser entendida como la via “no armada”, de la misma manera que la distensión no puede ser entendida como la renuncia del campo socialista a asegurar militarmente la defensa de sus conquistas.

La via pacifica es la via que no usa la violencia armada porque las armas están de su lado, porque la correlación de fuerzas militares y no solo sociales -es muy superior a la del enemigo. Solamente un pueblo armado puede evitarse el enfrentamiento armado. Y, por lo tanto, paradójicamente, dialecticamente, no habrá via pacifica si no so prepara al pueblo para la vía armada.

*Escrito en La Habana en 1977

(Texto publicado en el libro La batalla de Chile. Historia de una película, Patricio Guzmán Lozanes)

Fuente: Resumen Latinoamericano